Bueno, pues aluego de cambiarme de pantalones (que no de zapatos) continué dando un paseo por Bergen. Me acerqué al famoso Fish Market (Mercado del pescado) donde los pescadores venden su mercancía a los turistas. Allí me invitaron a probar salmón noruego ahumado, adobado, e incluso probé la ballena. Como curiosidad, en el mercado del pescado hay un sólo letrero, en español que reza: El hombre y el salmón, cuanto más salvaje, más sabrosón.
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Luego me acerqué al centro, donde hay (cómo no) unos bellos conjuntos escultóricos (estatuas, vamos), vi el Teatro Nacional, y una iglesia muy bonita que estaba situada en la cima de una calle con mucha pendiente, me recordó, salvando las distancias, al Sagrado Corazón de París.
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Después la lluvia me concedió una tregua y me acerqué a ver Mariakirken, que es una iglesia románica y creo recordar que la más antigua de Bergen. Aluego, una ronda de museos: el museo hanseático y un par de museos de pintura que no merecen mucho la pena, lo mejor de Bergen está en la calle.
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Por la noche intenté buscar algún bareto para tomar una cerveza, pero la vida social en Bergen no parecía muy interesante así que me fui al hotel porque al día siguiente me tenía que levantar temprano para volver a Oslo.
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El viaje de vuelta a Oslo fue todavía mejor que el anterior y es que, el trozo que había recorrido a la ida de noche, lo hice a la vuelta de día, con lo que pude ver el fiordo de Bergen que es aco**nante, increíble. A modo de anécdota, el viaje de vuelta lo hice acompañado de unos chavales Erasmus españoles que estudiaban en el sur de Suecia y se habían animado a visitar los fiordos noruegos.
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